Los diamantes necesitan ciertos cuidados si se quiere mantener al máximo su brillo. Un diamante limpio no sólo refleja mejor luz, si no que incluso parece más grande que uno que haya sido “apagado” por aceites corporales, jabón, cosméticos o grasa de la cocina.
Los diamantes tienen una cierta afición por la grasa y deben limpiarse una vez al mes para que continúen brillando lo máximo posible.
El baño de detergente
En un pequeño recipiente prepare una mezcla de agua jabonosa con cualquier detergente líquido suave. Cepille las piezas delicadamente con un cepillo de dientes mientras se encuentran en el recipiente.
Páselas a un colador y aclárelas bajo el grifo con agua templada. Seque con un trapo suave y sin pelusa dándole golpecitos.
El remojo en agua fría
Prepare en una taza una solución al 50% de agua y amoníaco, deje el diamante en remojo 30 minutos. Sáquelo y golpee ligeramente alrededor de las partes posterior y frontal del engaste con un cepillo pequeño. Vuélvalos a sumergir en la solución y escúrralos sobre un papel.